Una escultura viviente devolvió recuerdos de adolescencia a Puntarenas
Jonathan y Yefren recrearon escenas de la vida porteña que conectaron con más de 385 mil personas en redes sociales.


Lo que nació como un proyecto para el Festival Estudiantil de las Artes terminó convirtiéndose rápidamente en una de las publicaciones más virales de los últimos días de Yo Amo Puntarenas. La escultura viviente “Vamos para la playa”, creada por los estudiantes Jonathan Isaac Rubí Gadea y Yefren López Zumbado, del Benemérito Liceo José Martí, superó las 385 mil visualizaciones, con más de 7 mil reacciones, 500 comentarios y 700 compartidos en pocos días.
La bicicleta tipo “banana”, la tabla de ‘bodyboard’, el balón de mejenga y la imagen de un amigo montado en la barra conectaron de inmediato con la memoria colectiva de los porteños. Fue como abrir una ventana a los años de adolescencia, cuando ir a la boca o a la plaza era una tradición.
El proceso detrás del arte
El profesor de Artes Plásticas, Marlon Alvarado Chavarría, explicó que esta disciplina se trabaja en el colegio desde hace seis años y que requiere ensayos, cuidado con pinturas e indumentaria, y mucha disciplina:

“Es una escultura que refleja la vida puntarenense, la infancia, la juventud y por qué no, también la adultez. Fue una sorpresa ver la reacción de la gente, no esperábamos tanto. Estos chicos lograron reflejar la vida del porteño con disciplina y esfuerzo”, expresó el docente.
Además, recordó cómo el arte ha transformado la vida de estudiantes con problemas de conducta en años anteriores:
“El arte tiene poder de transformar, de generar pensamiento y cambios. Hemos visto jóvenes que encontraron un nuevo rumbo gracias a estas experiencias.” añadió Alvarado.
Voces de los estudiantes
Jonathan Isaac Rubí Gadea
“Con mi compañero fuimos consiguiendo la bici, la tarima, las piezas y las pintamos. Me sentí muy contento al ver tanto apoyo de la gente. Es bonito porque todo se puede hacer en esta vida, no solo andar en malicias. El arte nos da oportunidades.”
Su reacción fue espontánea: “Me sentí alegre, contento, porque vi que la gente nos estaba apoyando.”

Yefren López Zumbado
Al enterarse de la idea, lo primero que le vinieron fueron recuerdos personales:
“Recordé un momento de mi infancia porque yo crecí aquí, y veía un montón de huilas que lo hacían. Entonces me vinieron más ideas y fuimos metiéndolas en la obra.”
Yefren reconoció que lo más difícil fue resistir el dolor de la barra de la bicicleta:
“Tenía que mantenerme en la barra sin mostrar mi expresión de dolor porque era muy incómodo. Pero al final valió la pena.”
Más adelante agregó: “Al ver la reacción de la gente me llené de orgullo, sentí que todo el esfuerzo valió.”
El eco en la comunidad
Los comentarios en la publicación de Yo Amo Puntarenas reflejan el impacto emocional de esta obra:
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“Me recordó la boca de Barranca cuando de adolescente íbamos a la playa.” — Argenis Herrera.
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“Wow, está genial y representa la idiosincrasia y cotidianidad de Puntarenas.” — Alejandro Calderón.
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“Muchachos, tocaron las fibras de más de un porteño.” — Jenny Largespada Baltodano.
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“Deberían hacer una real y ponerla en el Paseo de los Turistas.” — Juan Valentino Patiño.
Más allá de la nostalgia, muchos coincidieron en que la obra es un ejemplo del valor del arte para los jóvenes y hasta pidieron que se convierta en una escultura permanente para la ciudad.
¿Una escultura permanente para Puntarenas?
Entre los cientos de comentarios que recibió la publicación, uno de los que más llamó la atención fue el de Juan Valentino Patiño, quien escribió: “Deberían hacer una real y ponerla en el Paseo de los Turistas o en Caldera para darle más vida al entorno.”
La idea refleja un sentir compartido: transformar una expresión artística estudiantil en un símbolo tangible de la cultura porteña. Imaginarnos esa bicicleta banana de bronce, con sus dos jóvenes rumbo a la playa, instalada en el Paseo de los Turistas, sería también un homenaje a la memoria colectiva de generaciones de puntarenenses.
Un arte que inspira futuro
La viralidad de la publicación en Yo Amo Puntarenas evidencia cómo el arte estudiantil puede unir generaciones y rescatar la identidad local.
Los estudiantes y su profesor demostraron que el arte no solo es expresión, sino también memoria viva de un pueblo que se reconoce en detalles tan sencillos como una bicicleta banana rumbo a la playa.
¿Y vos, al ver esta escultura, también recordaste momentos de tu adolescencia en la playa o en la plaza?
Si esta historia te hizo sonreír, compartíla con tus amigos y dejá en los comentarios qué recuerdo te despertó.