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“Mi mamá me parió en la Clínica San Rafael”, nos dijo Doña Grace, quien es conocida como La China. Fotografía: Fabián Méndez

Para muchos es tan solo una acera y una esquina más, para ella es un lugar especial del Puerto y significa mucho en su vida, frente a lo que hoy es La Casa de los Helados#2. Aquí encontramos a doña Grace de los Ángeles Gómez Carrillo, una mujer cuya vida se entrelaza con la historia misma del vigorón porteño, una porteña de cepa.

Con 35 años de experiencia, su pequeño puesto es un referente para locales y turistas, un lugar donde la tradición se envuelve en hojas de Almendro, dedicación y amor por lo que hace. Hoy conversamos con ella en esta esquina donde alguna vez vivió con su suegra, y donde permanece bajo el inclemente sol del Paseo de los Turistas.

Su puesto, “Vigorones La China”, se ubica al lado del histórico Hotel las Hamacas, un puesto cuidado en cada detalle, con todos los implementos para “armar” los Vigorones, agua para lavarse las manos, dos sillas y a cuestas, una tradición que es el pilar de este emprendimiento familiar.

Ya son poco más de las tres de la tarde, en la perla del pacífico, yo acomodo mi cámara, enciendo el micrófono y me siento a conversar con una de las vigoroneras más emblemáticas de la zona para darle forma a esta crónica que hoy les comparto.

El emprendimiento comenzó con una pregunta

“¿Cómo y cuándo empezó usted?”, le preguntamos a doña Grace. Su respuesta nos transporta a un pasado donde la necesidad la impulsó a emprender. “Tenía un conocido que me dijo, ¿por qué no vendes tus propios vigorones?”, recuerda. A pesar de las dudas iniciales, ese consejo la llevó a dar el primer paso hacia una aventura que le permitió apoyar a su esposo QDDG, y sacar adelante a su familia.

La receta secreta: amor y dedicación

Un buen Chicharrón es parte de la receta del vigorón, ya sea de carne o “concha” Fotografía: Fabián Méndez

Doña Grace no solo heredó la receta del vigorón, sino que le añadió su toque personal. “Mi compañera trabajaba diferente, yo agarré un ritmo diferente”, nos cuenta. Su obsesión por la limpieza y la calidad de los ingredientes la llevó a innovar, preparando el chimichurri en casa y cuidando cada detalle de la presentación. “Lo blanco significa limpieza y eso atrae al cliente”, afirma con convicción y contundencia.

Una relación especial con sus clientes

La clientela de doña Grace es fiel y cariñosa. “Son los mejores vigorones”, le dicen una y otra vez. Para ella, la clave está en el trato amable y la calidad constante de su producto. “Tengo una clienta muy buena, gracias a Dios”, nos confiesa con una sonrisa. Mientras estamos haciendo la entrevista, su hija atiende el puesto y llama poderosamente mi atención que la mayoría son clientes que conocen muy bien el producto de doña Grace. 

El vigorón: una tradición que se resiste a desaparecer

A pesar de los desafíos, doña Grace se siente realizada con su emprendimiento. “Me ha permitido criar a mis hijos”, asegura. Su trabajo no solo es un medio de sustento, sino también una forma de mantener viva la tradición del vigorón en Puntarenas. “El vigorón es cultura”, afirma con orgullo.

Actualmente, las vigoroneras (así se les conoce a las mujeres que se dedican a la elaboración de este platillo) se enfrentan de alguna manera al crecimiento de nuevas tendencias de comidas rápidas que existen en la zona, en los últimos años gran cantidad de ‘food trucks’ han traído al Paseo de los Turistas nuevas opciones que van desde hamburguesas, frituras, helados y hasta comida mexicana.

El camino no ha sido fácil. Doña Grace ha enfrentado obstáculos económicos y la competencia, pero su perseverancia la ha mantenido a flote. “Muchas veces no hay capital”, confiesa, pero su espíritu emprendedor la impulsa a seguir adelante.

El Chimichurri es el tipo de Pico de Gallo que se utiliza en el vigorón Fotografía: Fabián Méndez

Su día comienza agradeciendo a Dios y preparando todo para la venta. Cocina la yuca, alista los chicharrones y prepara el chimichurri con su toque especial. “Mi mamá le da ese toque de ella, ella le da gusto”, nos dice con admiración su hija Gabriela (a quien no le gustan las cámaras), que acompaña a su madre “desde toda la vida”, aunque nos contaron que un tiempo tuvo que buscar otros trabajos, y es que hay que recordar que la Pandemia llevó a cero las visitas en materia turística.

El futuro del vigorón y de Puntarenas

La China sueña con un futuro brillante para su querida Puntarenas, un futuro donde el turismo florezca y la ciudad recupere su esplendor. “Hay que incentivar para llamar al turismo”, afirma con convicción, consciente del potencial que guarda este rincón del Pacífico costarricense.

Su hija acotó “Bueno, personas que manejan dicen que hasta más económico en el combustible y todo en los precios todo, pero tienen que meterle un poquitito de amor a Puntarenas”. A lo que doña Grace no dudó en replicar: “Sí, claro que llegue a un alcalde que quiera la provincia porque es que ninguno y menos el que se nos fue”.

Un legado para las futuras generaciones

 

Los vigorones y las cajetas históricamente son emprendimientos mayoritariamente realizados por mujeres. Fotografía: Fabián Méndez

 

El trabajo de doña Grace es un ejemplo de perseverancia y amor por la tradición. Su legado trasciende el simple acto de vender vigorones, es una historia de superación y compromiso con su comunidad. “Mi puestecito me ha dado a conocer grandes personas”, concluye con gratitud esta mujer emprendedora porteña que a sus 64 años sigue luchando por un futuro mejor.

Ya son poco más de las cuatro de la tarde, recojo mis equipos, apago micrófonos, y compro un vigorón Mixto y me siento a disfrutarlo, mientras muchas familias están al frente, en el trajín de la playa, doña Grace me pregunta “¿Cómo está el vigorón?”, a lo que respondí “Buenísimo”.

En cada bocado de su vigorón, se siente la pasión y el esfuerzo de una mujer que ha dedicado su vida a mantener viva una tradición. Doña Grace es una verdadera joya del tesoro llamado Puntarenas, un recordatorio de que la cultura se construye día a día, con dedicación y amor.

Cada vez que alguien prueba un vigorón en el Paseo de los Turistas, hecho por manos de valientes e incansables mujeres porteñas, experimenta mucho más que una explosión de sabores; es un viaje al corazón de Puntarenas, un encuentro con la historia y la cultura de un pueblo que se niega a olvidar sus raíces y se siente orgulloso de decir “Soy porteño”.